«La espiritualidad laical requiere de formas sencillas y auténticas. Es la dimensión del ser la que se transparenta a través de ellas (...) Personas capaces de transparentar en las condiciones ordinarias de la vida, en el ejercicio de sus trabajos, de sus responsabilidades, el gran tesoro del Espíritu de Cristo. Es una espiritualidad que comporta un testimonio en el obrar nacido de lo más hondo de la experiencia espiritual del sujeto. No se trata de la grandeza de las obras, sino de la calidad de vida unificada, integrada, del sujeto que la realiza. Hombres y mujeres de Dios, hombres y mujeres que han visto a Dios y en quienes se ve a Dios». Camino Cañón.